No son violentos, no se meten con nadie, pero su forma de vivir es un desafío a las normas establecidas. La proliferación de colonias independientes en Alaska preocupa, y mucho, en la Casa Blanca y en otros ámbitos de la Capital Federal. Washington vigila de reojo lo que sucede en esos rincones apartados de la civilización donde algunos de nuestros cerebros más brillantes han decidido retirarse en los últimos años, cansados del caos de las grandes urbes y quizá (aunque esto no lo dicen abiertamente) de la presión de las grandes multinacionales para monopolizar la innovación, la investigación y todos los ámbitos de la cultura.

Fuentes cercanas al Ala Oeste aseguran que el presidente estaría negociando una visita oficial a una de esas colonias (probablemente Utopía, o quizá Nueva Atenas) para los próximos meses.

De confirmarse esta información, se trataría de un gesto sin precedentes por parte del Gobierno Federal, que hasta ahora ha optado por ignorar a estas pequeñas comunidades de disidentes, restando importancia al fenómeno. Quizá haya llegado la hora de reconocer la relevancia de estas «incubadoras de genios», como se las ha llamado recientemente, y aprender de su forma de autogestionarse, al margen de las grandes multinacionales, de cara al futuro.